viernes, 16 de marzo de 2012

Malentendidos

"Cuando entramos en interacción con los demás, rara vez tenemos tiempo para meditar sobre los hechos, para deducir los pensamientos y sentimientos reales del otro. Puesto que los indicios son a menudo ambiguos, confiamos en observaciones fugaces de mensajes confusos, algunos de los cuales pueden haber sido ideados a propósito para engañarnos. No es sorprendente que nos equivoquemos a veces."

"Consideremos nuestro dilema: nuestro juicio sobre uno de los aspectos más importante de la realidad, es decir, lo que siente la gente respecto a nosotros, debe basarse por lo común en hechos que no son observables en forma directa. Dado que esos estados “internos” están fuera del alcance de nuestros sentidos, confiamos en nuestras suposiciones sobre lo que podemos observar. Los problemas se originan porque tendemos a creer tanto en nuestras inferencias como en lo que observamos directamente."

"Desde luego, resulta decisivo distinguir las verdaderas causas de lo que hacen los demás, si debemos saber cuándo hemos de avanzar o retroceder. Puesto que esa comprensión es tan importante para nuestro sentido de seguridad y nuestras relaciones íntimas, leemos constantemente el pensamiento, y automáticamente consideramos las conjeturas como hechos. Si tenemos una relación de confianza con la otra persona, por ejemplo nuestra esposa, podemos verificar las suposiciones preguntándole qué siente ella en realidad."

"En los problemas clínicos, tales como la depresión y la ansiedad, se destaca el modelo de juzgar al azar. En estos trastornos hay un cambio en la manera en que la gente elabora la información, un cambio que conduce a una predisposición negativa para hacer observaciones. Además, hay tendencia a sacar conclusiones rápidas, a base de jirones y fragmentos de pruebas. Muy a menudo, nuestro modo de pensar en la vida diaria es similar al que se descubre en trastornos emocionales como la depresión y la ansiedad: llegamos a un juicio repentino basado en el leve hilo de una prueba o de ninguna."

"Hasta parejas amantes, bien intencionadas, pueden llegar a pelear y herirse mutuamente a causa de esas malas interpretaciones. A veces, el malentendido se basa sólo en una comunicación imperfecta. En otras oportunidades, el malentendido surge, y quizás en forma más grave, porque las palabras o actos de un cónyuge contienen inconscientemente una amenaza para el otro. La causa de la riña no está por lo tanto en las palabras o actos per se, sino en el significado que la pareja les asigna. Ese significado no está claro, desde luego, para la parte ofensora, quien cree a menudo que el cónyuge “debería haber entendido mejor”.

"Las parejas deberían verificar su lectura del pensamiento y formular preguntas directas o efectuar más observaciones de los actos del compañero. Se darían cuenta, entonces, de que su adivinación es incorrecta. Si pueden refutar las interpretaciones basadas en dicha adivinación, tendrán una nueva oportunidad, es decir, podrán corregir el sistema de códigos para comprender al cónyuge, volver a programar su computadora, por así decirlo. Esa técnica les ayudará a ser más exactos para saber lo que en realidad piensa y siente su pareja, de modo que la relación sea más armoniosa."

"La terapia cognitiva enriquece el conocimiento que tienen las personas sobre la manera en que llegan a esas conclusiones, y eso las anima a pensar en otras explicaciones posibles. Esta clase de terapia investiga los signos y símbolos que son objetos típicos de una mala interpretación y ayuda a extraer conclusiones más precisas."

Aaron T. Beck:  Con el amor no basta (Ed. Paidós)