miércoles, 7 de enero de 2009

Luis Rojas Marcos: "La fuerza del optimismo"

"Las personas de talante optimista hacen gala de su sentido pragmático al guardar y evocar preferentemente los buenos recuerdos, los éxitos del pasado, las relaciones enriquecedoras, los acontecimientos gratificantes. Suelen pensar: «En general, las cosas me han salido bien en la vida», o «Mi experiencia me ha preparado muy bien para superar los contratiempos de ahora», o «Pienso que mis luchas del pasado me ayudarán a resolver los problemas futuros». Estos pensamientos, a su vez, favorecen la perspectiva positiva del presente y del futuro y sirven de protección contra las desilusiones."

"Al reflexionar sobre su vida pasada, los optimistas emplean una mayor dosis de comprensión que los pesimistas, se consideran con mayor frecuencia exentos de culpa por sus errores y tienden a pensar que bajo las circunstancias de entonces, hicieron lo mejor que pudieron. En este sentido, una persona optimista demuestra realismo cuando reconoce que no es justo juzgar el pasado con la ventaja que da saber los resultados de las decisiones que se tomaron. Por el contrario, los inclinados al pesimismo tienden a atesorar lo negativo de los recuerdos y a resentirse, sin tener en cuenta el hecho de que ahora están evaluando el pasado con una visión retrospectiva ventajosa."

"Según el psicólogo Martin Seligman, nuestra forma habitual de explicar las situaciones, tanto adversas como favorables, refleja nuestro talante optimista o pesimista. Seligman analizó las explicaciones de acuerdo con tres valoraciones: la permanencia o la duración que le damos al impacto de los sucesos que nos afectan; la penetrabilidad o la extensión que asignamos a los efectos de estos acontecimientos sobre nosotros; y la personalización o el grado de responsabilidad personal que hacemos recaer sobre nosotros por lo ocurrido."

"Lo normal es que los infortunios nos hagan a todos sentirnos desilusionados o frustrados, al menos temporalmente. Sin embargo, las personas optimistas, cuando son golpeadas por alguna adversidad, suelen pensar que se trata de una desventura pasajera o de un contratiempo transitorio del que se recuperarán. Por el contrario, las personas pesimistas tienden a considerar que los efectos de las calamidades son irreversibles y los daños permanentes."

"Ante las situaciones dichosas ocurre justamente lo opuesto. Los optimistas son propensos a creer que la «buena fortuna» es la regla y perdura, mientras que los pesimistas tienden a considerarla una casualidad fugaz."

"En relación a la extensión o penetrabilidad del impacto de los sucesos, cuanto más optimista es la persona más tiende a restringir o a encapsular los efectos de los fracasos, y a evitar establecer generalizaciones o fatalismos que no permiten ninguna salida. Para los pesimistas, en cambio, los golpes alteran la totalidad de su persona, por lo que piensan que sus consecuencias serán generales e insuperables."

"En lo que concierne a lo que Seligman llama la «personalización» ante circunstancias adversas, los individuos optimistas no se sobrecargan de culpa por lo ocurrido, sino que sopesan su grado de responsabilidad así como los posibles fallos de otros. Catalogan los tropiezos como frutos de algún error subsanable que, a la vez, les sirve de aprendizaje. Las personas de temperamento pesimista, por el contrario, se acusan totalmente de lo sucedido, no ven la posibilidad de reparar los desaciertos ni la oportunidad de aprender de la situación."

"Ante circunstancias favorables, los individuos optimistas juzgan que se merecen o son dignos de la recompensa, porque piensan que ellos mismos contribuyen a que se produzcan los buenos momentos. Los pesimistas no se sienten merecedores de algo positivo, no valoran sus propias capacidades."

"Los optimistas son personas que esperan que les vayan bien las cosas y se predisponen a ello. Los pesimistas son personas que esperan que les vayan mal e, igualmente, se predisponen a ello. Por ejemplo, si una persona confía en que conseguirá lo que se propone, probablemente lo intentará. Por el contrario, si sospecha el fracaso, lo más probable es que no lo intente. La duda puede incapacitarnos para llevar a cabo cualquier tarea que nos hayamos propuesto."

"Al margen del juicio moral que se quiera hacer […], la realidad es que la tendencia a compararnos ventajosamente con nuestros semejantes ampara y fortifica nuestra capacidad para mantenernos contentos a pesar de los infortunios."

"El estilo optimista de explicar las cosas nos estimula a buscar el lado positivo de los contratiempos y nos ayuda a minimizar el impacto de las desgracias, alimenta en nosotros la sensación de que controlamos nuestra vida, nos protege de la infravaloración de nosotros mismos, del desánimo y del sentimiento de indefensión. Y ante circunstancias favorables, nos mueve a aceptar con confianza la buena fortuna y a apropiarnos de nuestros éxitos como algo que nos merecemos."

"La disposición optimista suele coexistir con otros atributos del carácter. Así, existe una asociación estrecha del optimismo con la extraversión o la tendencia de la persona ser afable y a comunicar sus sentimientos a los demás. El pesimismo suele coincidir con lo contrario: la introversión y la cautela social. Las personas optimistas también tienden a describirse a sí mismas como más agradecidas que las pesimistas."

"En un estudio sugerente llevado a cabo por el investigador estadounidense T. P. Hackett, pacientes optimistas que le quitaban importancia a haber sufrido un grave infarto de miocardio y minimizaban la seriedad de su condición, se recuperaban antes y tenían más probabilidades de sobrevivir que aquellos que reaccionaban con angustia y desesperanza. Aunque una respuesta de negación en estas circunstancias puede restarle motivación al paciente para seguir el tratamiento y tener consecuencias peligrosas, al parecer los pacientes que no reconocían el significado siniestro de los síntomas creaban una especie de «ilusión profética». Su optimismo les ayudaba a autorregular sus emociones negativas y a reducir su vulnerabilidad a las complicaciones. En el mismo sentido, Charles W. Given, de la Universidad de Michigan, ha demostrado que el talante positivo del enfermo no sólo es beneficioso para él sino que también tiene un efecto antidepresivo en los familiares y cuidadores."

"En general las personas optimistas experimentan menos angustia que las pesimistas ante las averías del cuerpo. La razón es que quienes confían en el futuro piensan que la coyuntura en la que se encuentran será temporal, de impacto limitado, y además ponen más esfuerzo para superar los desarreglos."

"Existen dos categorías de esperanza, una es general y la otra específica. La primera abarca las expectativas globales que albergamos del futuro, las cuales están basadas en creencias o valores que tenemos sobre la vida. Por ejemplo, el significado que le damos a la existencia, el destino que prevemos para la humanidad, o el grado de fe que tenemos en que la maldad, las injusticias o las enfermedades que nos afligen no tendrán la última palabra. Esta visión esperanzadora general es con frecuencia el resultado de genuinas convicciones positivas. Unas veces se trata de creencias pertenecientes al reino de la religión o de la filosofía, otras brotan de la ciencia o del mundo tangible puramente humano. Por ejemplo, la creencia en un «más allá», independientemente de su lógica, es una forma de esperanza general que ayuda a mucha gente a tolerar situaciones penosas."

"La esperanza específica tiene que ver con la ilusión por alcanzar un determinado objetivo, o de conseguir metas concretas. Por ejemplo, la expectativa de lograr un trabajo para el que nos hemos preparado, o de solucionar un conflicto con la pareja gracias a una intervención que nos proponemos llevar a cabo, o de dejar de fumar una vez que hemos tomado la decisión. Esta esperanza fomenta la disposición a creer que las metas que uno se fija se pueden alcanzar si invertimos la energía necesaria. Naturalmente, las personas que en el pasado han alcanzado sus objetivos con esfuerzo y planificación tienden a ser más optimistas cuando se plantean metas nuevas."

"Los individuos optimistas confían más en su capacidad para encontrar una solución que los pesimistas, por lo que perseveran con más tesón."

Luis Rojas Marcos: La fuerza del optimismo (Ed. RBA)