“Comentábamos [...] «que nuestros pensamientos son los responsables de nuestras emociones»; resulta por ello obvio que si conseguimos controlar nuestros pensamientos controlaremos nuestras emociones, pero... también puede ocurrir lo contrario: si nuestro cerebro nos juega malas pasadas, y no controlamos nuestros pensamientos, nuestra vida queda lejos de nuestra voluntad.”
“[...] Ni tan siquiera nos han enseñado algo tan crucial como es el que nuestro cerebro continuamente está pensando cosas, y esos pensamientos determinan nuestros estados de ánimo: el que nos encontremos bien o mal.”
“Cuando percibimos esta realidad intentamos aprenderla conforme a nuestros viejos hábitos, es decir, intentamos que esos pensamientos no nos alteren y, en el mejor de los casos, controlarlos. ¿Pero nos hemos planteado que, además de controlarlos, podemos ponerlos a nuestro servicio? ¿Qué queremos decir? Que podemos pasar de la «reacción» a la «acción».”
“Reaccionar sería darnos cuenta de lo que estamos pensando e intentar controlarlo para que no nos influya negativamente. Por el contrario, la «acción» significa que, de forma voluntaria y consciente, intentamos poner nuestros pensamientos a nuestro servicio: provocamos y producimos intencionadamente nuestros pensamientos, no nos dedicamos sólo a reaccionar ante ellos.”
María Jesús Álava Reyes: La inutilidad del sufrimiento (Ed. La Esfera de los Libros)